UN LUGAR DONDE SE VENDEN HASTA LOS MUERTOS!!!

TIENEN UN LUGAR COMO ESTE???, NOSOTROS LO TENEMOS EN JUJUY

La Feria

Agustín Guerrero 

Nadie sabe a ciencia exacta como ni donde empezó lo del cambalache, o nadie quiere acordarse o ya es imposible comprar el recuerdo. Los más viejos recuerdan que en un desfile de carnaval se instalaron los primeros puestos y que a nadie se le ocurrió quitarlos después, no se puede afirmar que comenzó poco a poco, porque en realidad fue como un  estremecimiento de catástrofe que aparecieron más puestos y todo el circo comenzó a extenderse como una araña de patas finitas por las calles de la ciudad. Como siempre en estos casos, las fuerzas del orden llegaron tarde y solo contribuyeron a la confusión. Mientras en un extremo demolían a garrotazos y balazos de goma puestos de venta, al mismo tiempo se levantaban otros en otro extremo, entonces se trasladaban corriendo hasta allá y desaglutinaban todo con gases y a puro golpe, la infantería empujaba con sus escudos de acrílico y resonaban los balazos de goma. Pero tan pronto como el desalojo parecía un hecho, dos nuevos frentes se abrían en algún flanco lejanísimo del trucho centro comercial. Hasta que finalmente todo fue manga por boca y que te compro esto por aquello y que me cambie esotro por esotro, y hasta les compraron los garrotes a la policía, y alguno le sacó hasta las botas a un efectivo de la infantería con el reclamo de que ya pagué en el mostrador, que mire el recibo que estas botas ya son mías. Al poco rato ya nadie sabía si vendía o si compraba y todo se fue arremolinando de acuerdo a la necesidad. Alguien quiso imponer silencio pero alguien mas le ofreció vendérselo, y otro decidió comprarlo. A la hora del hambre aparecieron los puestos de comida, los olores a sancocho de gallina y a los humos de los puestos de chorizos, las fritangas y las cantinas ambulantes, pronto los montones de basura en los pasillos del descomunal mercado lo hicieron imposible de transitar y entonces alguien ofreció comprar ese montón de desperdicios y alguien le puso precio, y  que se lo cambio por esto, y que se lo lleve a otro lado, yo le compro el viaje, y yo lo vendo, y los montones de basura se hicieron bultos trashumantes que se compraban allá y se vendían acullá, hasta que de pronto uno se murió, y aparecieron los vendedores de ataúdes pero cuando quisieron enterrar al muerto alguien mas lo había comprado, otro tuvo el pudor de preguntar que para que se compra un muerto, y otro mas contestó que para venderlo, pues para que otra cosa ha de ser. Y de paso alguien compró la pena de la viuda y el llanto de los huérfanos y se hicieron ofertas por la misa de reponso pero a mala hora porque ya estaba vendida. Los vendedores de ataúdes, ofuscados, ofrecieron alto precio por algún muerto a quien venderle sus abalorios de difunto y entonces no se hicieron esperar los que vendían muertos para el entierro que mas pagase. Nadie se acordó de dormir hasta que alguien apareció vendiendo sueños de noche y sueños de siesta y alguien compró uno pero había que comprar algún lugar para dormirlo y entonces alguien mas ofreció un rincón limpio para usar de siesta. Y por si los sueños vinieran vacios, otro ofreció castillos de aire, dragones de fantasía y muchos quisieron comprarlos y hasta que compraron pesadillas para adornar las noches que se traficaban a precio de oro en ocultos puestos de las orillas. Una mujer parió allí mismo y le preguntaron si vendía el hijo y ella dijo que por qué no, entonces se ofrecieron vírgenes con virgos remendados de tafetán y llantos para el desengaño, putas blasonadas con nombres de otras putas ilustres y gerentes escrutadores, cada quien, necesitara lo que necesitar, según su estilo o su inspiración, solo tenía que comprarlo o finalmente venderlo. Que te compro el paso dijo un automovilista y alguien respondió que bueno, pero que me venda primero el coche. Y un par de novios buscaban oscuridad y alguna vieja aprovechadora se las vendió y se vendieron novias de alquiler para pasearlas en el rosedal antes de que lo vendieran, novios de pasamaneria para comprometerlos antes de que se vendieran su palabra, maricas para que compraran los invertidos, bailarinas exóticas para rematar en geriátricos que ya habían rematado a sus ancianos, y políticos de buen hablar que vendieron sus discursos y compraron sus asientos y sus bandas, hasta las cucarachas tenían impreso un código de barra y su etiqueta con precio para que nadie anduviera preguntando qué cuanto me cuestan estas cucas que las quiero todas para mí. Se cambalachaba con todo, porque al final se acabo el dinero de comprar y se comenzó a usar el dinero de vender y se vendían dos pesos a dos pesos con cuarenta para ganar algo, hasta que ya no valían nada los billetes y alguien los expuso como curiosidad de otros tiempos y los vendió como reliquias al doble de su valor real si es que alguna vez lo tuvieron. Se vendieron casamientos, funerales y bautizos, aquelarres y hasta lugares para defecar, lugares para escupir, mesas donde llorar, oídos para escuchar y hasta historias para venderlas luego  a los que compraban historias para contar, minutos para el amor y derecho de matar y derecho de procrear. Y la fiebre volcánica de que te vendo esto por aquello y te compro esto por esotro cundió con tanta fuerza que nos perdimos de nuestras propias calles y al final que no eran nuestras sino de quien las compro como antes eran de quien las vendió, hasta esperanzas y pasados se vendieron y se compraron futuros, espantos y alegrías, celebraciones y cuaresmas, se vendían ausencias y muchos las compraban y se perdían en el horizonte entre los pasillos interminables de la feria con la esperanza de escabullirse para siempre aunque alguien les dijo que eso también se compra y que no es lo mismo ausentarse que escaparse que se vayan a otro canto del lugar que por allí vendían boletos de escapada pero que esos boletos incluían ya los pasajes de regreso y que ahora paguen porque eso también se vende. Nada era de nadie, y un día llegaron extranjeros que seguramente alguien mando a comprar en lejanos puertos de feria que se compraron a potencias de ultramar. Y una mujer ofreció tanto por un rubio de ojos de océano y cuando el rubio dijo que no quería alguien mas ofreció comprarle la voluntad. Alguien compro la lluvia, la puso en venta y todos se la compramos una tarde solo para ver llover. Algunos vendieron el olvido y ya no recuerdo si alguien lo compró. Lo único que acabó por terminarse fueron los recuerdos porque de tanto cambiar de manos ya no se sabia de quién eran ni de qué año, además aparecieron los falsificadores a vender recuerdos repetidos, de tanto comprar recuerdos estos se ajaron se  gastaron como papel viejo y ya nadie los quería comprar porque habían dejado de ser recuerdos para ser olvido y quienes compraban el olvido lo compraban incansablemente porque jamás recordaban que ya lo habían comprado. Hasta que por fin uno dijo ¡basta carajo! Esto no es vida; andar así que compro aquí y vendo a ya no es vivir sino andar juntando tierra para la muerte, y que ya era tiempo de buscar la vida de  a de veras, la vida que realmente es vida. Y entonces alguien le preguntó que para que había que buscar la vida de verdad, y después de un breve silencio que alguien le vendió, otro contesto: “pues para venderla, para que mas”.

Esta historia nos advierte de una posible actitud consumista al extremo que nos arrastrará a todos. Empezaremos a comprar todo creyendo que consumir es un acto que nos hace felices, creyendo que es vida.

Para evitar esto hay que aprender a decir basta, aceptar y valorizar lo propio y todo lo bueno que nos da la vida que no es algo que se compra si no que se construye. 


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