Sor Juana Inés de la Cruz.

 Nació en San Miguel de Nepantla  el 12 de noviembre de 1651, bajo el nombre de Ines de Asbaje y Ramírez de Santillana. Desde niña muestra actitudes asombrosas: evita comer queso, dulces y golosinas porque había oído decir que estos manjares entorpecen el entendimiento, comienza a leer a los tres años. El estudio se concretó gracias a la cercana y bien nutrida biblioteca del abuelo materno, que Juana -es de suponer a hurtadillas-  leía ávidamente, con preferencia de los poetas clásicos. Aprende latín antes de los quince años con notable celeridad, y es conocido que cortaba su cabello rubio y no le permitía volver a crecer hasta no saber la lección que se había propuesto, es mas ella dice: “No me parecía que estuviese vestida de cabellos mi cabeza  que estaba tan desnuda de noticias”.
En 1667  ingresa al convento San José de Carmelitas Descalzas con ánimo de profesar. La dura disciplina de las descalzas no se avino con la tierna salud de Juana, que sale del convento el 19 de noviembre de 1667 para ingresar, al año siguiente, en el convento de San Jerónimo, donde permanecería hasta la llegada de su muerte.
En 1690 acontece en su historia un episodio de inesperadas consecuencias: El padre Antonio Vieira pronunció uno de sus elocuentes sermones, que tenían ya fama de prestigio, sobre el tema teológico de las finezas de Cristo, esto es, como se manifiesta el amor de Jesús sobre las criaturas  humanas. Sor Juana, con pasmosa doctrina y seguro juicio, atacó la exposición del orador sagrado; ello provocó el consiguiente revuelo. El Obispo de Puebla, Don Manuel Fernández de Santa Cruz y Sahagún, bajo el pseudónimo de Sor Philotea de la Cruz, contestó a Sor Juana con la famosa Carta Athenagórica, en la que, más que considerar la disputa antes mencionada, se entretuvo en atacar la personalidad de la monja.
Sor Juana escribió entonces aquella famosa Respuesta que,  más que una defensa de la doctrina, es una confesión autobiográfica de sus afanes, su lucha por el estudio, sus duelos por la incomprensión, las trabas y maledicencia que su espíritu original produjo en aquella sociedad.
Muere el 17 de abril de 1695 al contrae una enfermedad ayudando a sus hermanas de claustro.
A continuación mostramos los fragmentos más importantes de la carta: 


“Respuesta a Sor Filotea de la Cruz”:



[] En esto sí confieso que ha sido inexplicable mi trabajo; y así no puedo decir lo que con envidia oigo a otros: que no les ha costado afán el saber. ¡Dichosos de ellos! A mí no el saber (que aún no sé), sólo el desear saber me le ha costado tan grande […]. Yo confieso que me hallo muy distante de los términos de la sabiduría y que la ha deseado seguir, aunque al longe: pero todo ha sido acercarme más al fuego de la persecución, al crisol del tormento; y ha sido con tal extremo que han llegado a solicitar que se me prohíba el estudio.
    Una vez lo consiguieron con una prelada muy santa y muy cándida que creyó que el estudio era cosa de Inquisición y me mandó que no estudiase. Yo la obedecí (unos tres meses que duró el poder ella mandar) en cuanto a no tomar libro, que en cuanto a no estudiar absolutamente, como no cae debajo de mi potestad, no le pude hacer, porque aunque no estudiaba en los libros, estudiaba las cosas que Dios crió, sirviéndome de ellas, de letras, y de libro, toda esa máquina universal. […]
   Paseábame por un dormitorio nuestro y estaba observando que siendo las líneas de sus dos lados paralelas y su techo a nivel, la vista fingía que sus líneas se inclinaban una a otra y que techo estaba más bajo en lo distante que en lo próximo: de donde infería que las líneas visuales corren rectas, pero no paralelas, sino que van a formar figura piramidal. Y discurría si sería esta la razón que obligó a los antiguos a  dudar si el mundo era esférico o no. […]
   Este modo de reparos en todo me sucedía y sucede siempre, sin tener yo arbitrio en ello […]. Estaban en mi presencia dos niñas jugando con un trompo, y apenas yo vi el movimiento y la figura, cuando empecé, con esta mi locura, a considerar el fácil modo de la forma esférica, y como duraba el impulso ya impreso e independiente de su causa […] e hice traer harina y cernerla para que, en bailando el trompo encima, se conociera si eran círculos perfectos o no los que describía con su movimiento y hallé que no eran sino unas líneas espirales que iban perdiendo lo circular cuando se iban remitiendo el impulso […].
   Pues, ¿qué os pudiera contar, Señora, de los secretos naturales que he descubierto estando guisando? Veo que un huevo se une y fríe en la manteca o el aceite y que, por el contrario, se despedaza en el almíbar, ver que para el azúcar se conserva fluida basta echarle una muy mínima parte de agua en que haya estado membrillo u otra fruta agria […] y creo que os causará risa; pero, Señora, ¿qué podemos saber las mujeres sino filosofías de cocina? Bien dijo Lupercio Leonardo, que bien se puede filosofar y aderezar la cena. Y yo suelo decir estas cosillas: si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escrito. […]
   En una ocasión, por un accidente de estómago, me prohibieron los médicos el estudio y pasé así algunos días, y luego les propuse que era menos dañoso el concedérmelos, porque eran tan grandes vehementes mis cogitaciones, que consumían más espíritus en un cuarto de hora que el estudio de los libros en cuatro días, y así se redujeron a que leyese […].
   Si éstos, Señora, fueran méritos (como los veo por tales celebrar en los hombres), no lo hubieran sido en mí, porque obro necesariamente. Si son culpa, por la misma razón creo que no la he tenido; más, con todo, vivo siempre tan desconfiada de mí, que ni en esto ni en otra cosa me fío de mi juicio; y así remito la decisión a ese soberano talento, sometiéndome luego a los que sentenciare, sin contradicción ni repugnancia, pues esto no ha sido más de una simple narración de mi inclinación a las letras. […]”





Retrato de Sor Juana Inés de la Cruz.

1 comentarios:

Publicar un comentario

Huerto - Jujuy. Con la tecnología de Blogger.